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Cafetería Miguel Ángel

C. Príncipe Don Juan Carlos, 1, 28924 Alcorcón, Madrid, España

Cafetería Miguel Ángel
Cafetería
3.9
163 reseñas
8 comentarios
Indicaciones de orientación
952J+H4 Alcorcón, España
+34 916 11 91 01
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Lunes: 8–23
Martes: 8–23
Miércoles: 8–23
Jueves: 8–23
Viernes: 8–23
Sábado: 8–23
Domingo: Cerrado
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ALBA PEREZ ALVAREZ
ALBA PEREZ ALVAREZ2 años atrás
Cafetería de toda la vida en el barrio Parque de Lisboa.Ahora es de chinos pero mantienen la calidad.Desayunos y meriendas.
Gabriel Pereira
Gabriel Pereira2 años atrás
Un lugar acogedor, para comer o cenar en Alcorcón, parque de lisboa. La Hamburguesa Miguel Angel está estupenda. Las tortitas muy buenas. El menú quizá es lo que tienen más escaso, pero dan un trato muy familiar y cordial.
Jesus García (Jesús GR)
Jesus García (Jesús GR)2 años atrás
Local grande, acogedor, limpio y con personal agradable y atento.
Gran relación calidad-precio.
No abre los domingos y eso resta puntos al tratarse de un restaurante.
En general, recomendable.
Cesar O'Nada
Cesar O'Nada2 años atrás
Llegó a las 14:15 y del menú 3 cosas no hay somos 6 para comer y faltan los cubiertos de una persona y la silla colocar la mesa .En el gazpacho la guarmicion la meten dentro del cuenco en vez de servirte tu la guarnición. Tardan en servir la comida sinceramente , yo para comer no repito.
Santiago
Santiago2 años atrás
Suscribo las palabras de la autora: "Oda al pequeño comercio de barrio

Vivir en el extrarradio abocaba a cierta uniformidad debido a que las opciones eran limitadas

LUCÍA MBOMÍO

22 OCT 2018 - 00:02 CEST

Pertenezco a una generación que celebró los cumpleaños en casas pequeñas que pinchaban por el gotelé y, solo cuando se podía, íbamos a las hamburgueserías, a las pizzerías o a las cafeterías de siempre (las dos primeras opciones eran vanguardia pura, por aquel entonces).

Estaban a mano y a las personas que los regentaban las conocía todo el mundo. Salvo excepciones, como el Miguel Ángel, la mayoría tenía nombres de topónimos estadounidenses o comunes pero extranjerizados. Que se lo digan al Oskar de Móstoles y Getafe o al Brooklyn de Alcorcón.

Era genial porque, por unas cuantas pesetas, ellos ponían la base: sándwich mixto, pizza de bacon o filete ruso de madre, con pan y sin salsas adictivas de colores que no existen en la naturaleza, y tú podías llevar la tarta y juntar a las doscientas amigas que regalaba la infancia. Subir al centro del municipio para comer o cenar era una aventura. Si sobraba tiempo, nos echábamos una partida al Tetris o al Street Fighter en los recreativos. En el hilo musical sonaban, sin cesar, los grandes éxitos de Camela, que tengo todavía grabados en la cabeza. Hacedme la prueba, me las sé todas.

En invierno, nos cubríamos con trencas o con plumas informes, lo de la ropa entallada llegó mucho después. Ir como cebollas resultaba más que necesario porque, en un apunte “viejoven”, diré que los inviernos de ahora no son como los de antes.

Aparte del abrigo crecedero, normalmente en tonos flúor, íbamos vestidas iguales. Vivir en el extrarradio abocaba a cierta uniformidad debido a que las opciones eran limitadas. En mi localidad, hasta 1989, no dispusimos de ningún centro comercial y, aunque había más tiendas (abiertas) que ahora, la mayoría nos parecían “de señora”, de modo que Glory’s (lo que nos gusta un apóstrofe), Geivic, Cambalache o el mercadillo eran nuestra fuente de consumo y creatividad. Eso y las camisetas del patronato deportivo o las de publicidad. No era postureo, moderneo o vintage sino la única opción y, muchas veces, necesidad.

Las prendas que usábamos en Educación Física salían de locales como Andorra o Jualgo, donde contaban con lo que queríamos y con la marca blanca, que era la que nos compraban, claro. De manera milagrosa, entrabas pidiendo las Reebok pump y salías con las Robo-cop o algo así. Un desastre que importaba poco porque quienes íbamos de esa guisa éramos legión. Luego estaban quienes pertenecían a tribus urbanas. Hay que reconocerles un esfuerzo. Para no ir como el resto, en mi barrio, teníamos un par de excepciones: Black Kiss y Barataria, donde vendían piercings, palestinos y ropa negra, morada y de rayas.

Le agradezco a la vida que no hubiera móviles y casi no tengamos documentos gráficos de nuestras pintas, pero también, que mi cerebro los guarde frescos para que me permita sonreír y emocionarme pensando en lo enormes que fueron aquellos años."
Antonio Mena
Antonio Mena2 años atrás
Menú de comida casera, muy bien elaborada.
Buena relación calidad/precio.
Servicio rápido y amable.
La tortilla es de nota (según mi criterio).
Maria Dolores Cuesta Santiago
Maria Dolores Cuesta Santiago2 años atrás
Mucho ruido, aperitivos muy, muy pobres y siempre repetitivos, necesita una nueva imagen, muy arcaico el local. El limpiado de las mesas deberían lavar la ballesta, huele mal y se queda el olor
Jaime de la casa paredes
Jaime de la casa paredes2 años atrás
Un local espectacular trato familiar y local acogedor, un sito para repetir, comida muy rica y casera 100%, relación calidad precio un 10, muy recomendable.
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