HVM Hospital Veterinario Majadahonda
Av. Dr. Marañón, 6, 28220 Majadahonda, Madrid, España
4
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F4FF+GF Majadahonda, España
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No sé que hubiese pasado de no haber llamado aquí, pero desde luego no pudo ser mejor decisión, igual que, visto lo visto, el ojo clínico de Julia con sugerencia de acudir, no pudo ser mejor.
Además, el trato una vez allí fue perfecto tanto de la propia veterinaria que nos había atendido por teléfono como del resto del equipo presente. Mostraron interés en todo momento, se organizaron para ir recogiendo los datos mientras examinaban a nuestra mascota para no demorar la atención por la burocracia, mostrando siempre una actitud que dejaba bien claro que sabían lo que estaban haciendo y que transmitía tranquilidad, hicieron mil preguntas para tener todo bien controlado y nos tranquilizaron muchísimo con lo que nos comentaban, sin en ningún momento reducir la información que nos daban o ser optimistas solo por tranquilizar; así como de su forma de hablar y actuar, mostrando una profesionalidad, vocación y entrega que no siempre se ve en un profesional.
Además, el precio de la atención, teniendo en cuenta que era una urgencia con hospitalización y demás, nos ha parecido bastante ajustado y competitivo.
La verdad es que da mucha tranquilidad saber que cerca de casa hay un centro así con este nivel de profesionales.
Nos atendieron estupendamente, el trato muy amable y la veterinaria, Lucía, muy competente y cariñosa con el paciente y sus asustados dueños.
Muchas gracias
Nuestra segunda gata, Ada, tenía insuficiencia renal. El viernes 12 de agosto, a las 17.45, tuvo un episodio infeccioso acompañado de dolor agudo. Una entrada acelerada en fase terminal. Con nuestra llamada al hospital solo conseguimos que quien cogió el teléfono nos diese cita para el día siguiente. Si queríamos ir por urgencias, solo se nos atendería a partir de las veinte horas, porque antes no “había hueco”. Todo con un tono y un estilo incompatibles con la atención a los clientes, sin la mínima empatía exigible a un hospital veterinario y, como comprobamos nada más llegar, sin que en esos momentos hubiera ninguna cirugía ni ese supuesto colapso de pacientes.
Como esperar dos horas no parecía una buena opción, antes probamos en otra clínica, donde ni siquiera quisieron darle antibióticos a nuestra gata hasta completar un cultivo que solo estaría cuatro días después. Así que finalmente fuimos al hospital veterinario Majadahonda, propiedad del grupo Kitican. Ahí le pusieron el antibiótico y comenzaron la fluidoterapia, que no surtió efecto. Tras cada día de tratamiento, la creatinina seguía subiendo, cada vez más deprisa, de manera que, por desgracia, el estado terminal estaba claro.
Nuestra gata falleció el viernes 19 de agosto. Conseguimos llevárnosla a casa el lunes 15. Llegó a casa con espasmos que solo le remitieron 24 horas después, probablemente por un exceso de buprenorfina. Desde el viernes 12 hasta el lunes 15 se nos aconsejaron distintos tratamientos y pruebas, siempre con la necesidad implícita de mantenerla ingresada en el hospital. El lunes 15, incluso, se recomendó mantenerla porque el martes 16 se le podría hacer una ecografía, ya que el ecógrafo no trabajaba durante el puente. Si esa prueba hubiera sido tan importante, me habría gustado pensar que se la habrían hecho a la carrera el mismísimo viernes. Pero en una gata con insuficiencia renal terminal, también podría pensarse que los resultados de una ecografía iban a ser fácilmente predecibles.
Hubo otros posibles resbalones, como asegurar que el cultivo demostraba que los antibióticos estaban haciendo efecto, cuando en realidad se le hizo antes de que la gata comenzara a tomarlos. Ahora bien, siempre con un patrón de comportamiento constante, repetido con la precisión de un metrónomo: era de vital importancia que la gata siguiera ingresada un día más.
No soy quién para delimitar cuándo debe prevalecer el negocio y cuándo el criterio estrictamente veterinario. Tampoco puedo juzgar la ética y la deontología de nadie. La única certeza que tengo es que el bienestar (en este caso el biennoestar) del animal debería ser la única prioridad. Por eso es importante que los propietarios de animales consideren con frialdad y mucha cautela la retórica y los criterios seguidos por los hospitales veterinarios para prolongar los ingresos y los tratamientos. Aconsejo vivamente pedir una segunda opinión en su clínica de confianza. Y recelar de aquellos hospitales veterinarios en los que, en el horario de visitas del animal ingresado, te hacen esperar al menos cinco minutos aunque no haya nadie más, y donde, cuando finalmente entras, ves sistemáticamente un cuenco lleno hasta arriba de comida húmeda y otro con agua.